Caminar con Jesús hasta el fin (Parte I)

Lucas 9:57: Yendo ellos por el camino, uno le dijo:
“Señor, te seguiré dondequiera que vayas”.

La declaración de este discípulo demuestra estar convencido y seguro de cumplir con la decisión de seguir a Jesús. Sin embargo, el buen Maestro conoce su corazón, respondiéndole que “el hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza”, expresándole el costo de seguirlo para entrar al “Reino de los Cielos”.

A menudo, ¿no actuamos igual que este discípulo? ¿Acaso no retrocedemos en medio de las tormentas? Y cuando aparece la tentación, ¿no desviamos nuestro camino para ir detrás de otros placeres? Seamos sinceros, ¿no lo hacemos? Que la actitud del discípulo, sea un incentivo para reflexionar sobre el grado de valentía que demostramos para permanecer en Jesús, pese a las dificultades, persecuciones, enfermedades y crisis económicas.

Lo principal y perpetuo es buscar las cosas de arriba, mirando al Autor y Consumador de la fe. Debemos reconocer que el reino de Dios requiere de un genuino compromiso, dándole el valor más importante, incluso renunciar a metas personales. Parece imposible de obedecer, sin embargo solo se necesita amor al Señor, con todo nuestro corazón, mente u alma, para que sea apasionante hacer Su voluntad.

Sin la intervención de su Persona y del Espíritu Santo, no podríamos pelear la buena batalla de la fe. La vida cristiana tiene sus dificultades, pero Su promesa es fiel: “Él estaría todos los días con nosotros hasta el fin del mundo”.

Pero al hablar de pelear la buena batalla, etc, etc, debemos los creyentes reconocer que hemos sido rescatados de la esclavitud del pecado, y por tal, nos debe estimular en andar con diligencia, obedeciendo a Dios en todo, porque no haciéndolo somos motivados a vivir por nuestros propios deseos pecaminosos y egoístas. El pecado es vivir apartado de Dios, practicando y alimentando los deseos de la carne que se oponen a los deseos del Espíritu, y aquel que se conduce por el Espíritu, evidencia libertad.

El Cordero de Dios ha sido enviado para salvarnos y reconciliarnos con Él, para caminar permaneciendo fiel a su Persona y Palabra. Cada día es un desafío para crucificar nuestra carne que quiere esclavizarnos de los placeres de este mundo, haciéndonos olvidar de Aquel que un día nos rescató a una vida en abundancia. Es primordial buscar la presencia de Dios para postrarnos como sus hijos, disfrutando de la relación personal con su Padre.

Cristo lo es todo, no necesitamos nada más, ¿por qué seguimos esclavos de nuestras pasiones? Es un buen interrogante para reflexionar en esta oportunidad. Tengamos la suficiente valentía y humildad en reconocer que necesitamos a Cristo para ser libres del pecado; todos los días habrá conflictos con la carne que se opone a someterse al Señor, y así inducirnos para vivir sometidos al consejo mundano.

Permitamos a Cristo examinar el corazón y así confesar aquello que nos separa de su amor…

[Nota del editor: Continúa en la siguiente publicación]

Verdaderos discípulos

“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en Él:
Si vosotros permaneciereis en mi palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos”
Juan 8:31

Meditemos minuciosamente las palabras de Jesús a los judíos, el objetivo de ser verdaderos discípulos consistía en la condición de permanecer fiel a su Palabra. Jesús tenía la tarea de preparar a estos hombres para la extensión del evangelio a toda criatura, después de su obra consumada en la cruz. Su palabra era la base para que estos discípulos imitaran su carácter y ejemplo de amor hacia la Humanidad. No existían otros requisitos para la transformación de estos hombres, la Palabra viva y eficaz, produciría en ellos el negarse a sí mismos y seguir en pos del Señor.

Discípulo significa “aprendiz”, los doce hombres elegidos para ser sus aprendices, fueron motivados a permanecer en las enseñanzas de Jesús. Ellos habían sido testigos de innumerables acontecimientos milagrosos, de modo que tenían evidencias delante de sus ojos de que Él era el Mesías esperado.

El discípulo Pedro es el más sobresaliente en los evangelios, fue un hombre impulsivo para todo, reconoció a Jesús como el Mesías, lo negó y se arrepintió, luego predicaba con denuedo sobre Jesús, bautizó a gentiles y escribió dos Epístolas.
Jacobo fue ambicioso, enojadizo, implacable, pidió un puesto de honor en el reino de Dios, quiso que cayera fuego para la aldea Samaritana, luego fue muy consagrado a Jesús. Juan, hermano de Jacobo, tenía el mismo carácter, luego fue muy amoroso y escribió el evangelio que lleva su nombre y varias cartas en el Nuevo testamento.

Ellos fueron hombres comunes, pero que marcaron la diferencia de convertirse en hijos de Dios, transformados por su poder y por su Palabra. Esta transformación nos alienta a perseverar, permitiendo que el Señor complete su obra en nosotros, convirtiéndonos en sus discípulos consagrados, preparados para buenas obras, pero siempre que permanezcamos firmes en su Palabra.

Y esto me da pie para resaltar la “disciplina del amor”, cuando su Palabra nos afirma diciendo: “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por Él; porque el Señor al que ama, ‘disciplina’ y azota a todo el que recibe por hijo”. Los padres que aman a sus hijos, los disciplinan, y aunque los motivos y los métodos sean correctos, a nadie le gusta el castigo. Sin embargo, con una perspectiva a largo plazo, recordamos que los beneficios de la disciplina sobrepasan con creces el malestar pasajero que produce.

El propósito de un padre al corregir a sus hijos debe ser criarlos en rectitud. Específicamente hay un principio clave que todo hijo debería aprender: Ya sea que todavía esté viviendo en su hogar, o se haya independizado, toda persona es responsable de su vida delante de Dios, sus acciones y actitudes. Teniendo esto presente, se puede ver que para aplicar la disciplina correctamente, hace falta perseverancia, esfuerzo y sabiduría por parte de los padres. Pero, en un acto de amor abnegado e intencional.

Igualmente, Dios disciplina a sus hijos, aunque esta reorientación parece desagradable en el momento, nos ahorra muchas dificultades más tarde y nos lleva al gozo y a una vida grata. Nuestra respuesta, determinará si aprendimos la lección necesaria: podemos reaccionar con enojo o podemos arrepentirnos y preguntarle a Dios, qué quiere enseñarnos. Después de buscarlo por medio de su Palabra, de la oración y del consejo de otros, debemos obedecer. La sabiduría humana lleva a la perdición, pero afortunadamente tenemos el cuidado, sin duda alguna, de nuestro Padre Celestial, quien nos redimió con la sangre de Jesús. Cuando nos dirigimos en la dirección equivocada, Él nos redirige con ternura, para que podamos conocer la plenitud de vivir de acuerdo a su plan.

Y no quiero dejar de lado al mayor oponente de la Iglesia de Jesucristo, quien se convirtió en el más grande defensor y predicador de que Jesús era el Hijo de Dios. La transformación de Saulo confronta contra todo prejuicio que se pueda levantar como duda de que Dios es especialista en cambiar vidas. Después del encuentro con Jesús, camino a la ciudad de Damasco, quedando ciego, recibió órdenes de entrar a una casa y esperar a Amanías, que oraría por él, y así recobraría la vista. Mientras tanto, compartió con los discípulos hasta que comenzó a arder en su corazón la proclamación por Cristo. La gente que lo escuchó se sorprendía de semejante cambio en Saulo, hasta quedar confundidos por su mensaje de salvación por medio de Jesucristo. Al acercarse a los discípulos que moraban en Jerusalén, le tenían miedo y no creían que era discípulo de Jesús. Pero el Señor, por su gracia, envía a Bernabé como apoyo en su declaración de una real conversión y así, quitar el rechazo que le demostraron sus condiscípulos. […]*

Conversión es una palabra que la Iglesia usa con mucha libertad, pero ¿qué es lo que significa con exactitud? La palabra conversión deriva del latín “convertere o conversio” que significa “dar la vuelta”. Cada conversión implica volverse del pecado y del yo, y mirar hacia Dios. Aunque cada conversión difiere en sucesos singulares para cada persona, en todos los casos el convertido “da la vuelta a su vida”.

Finalmente yo, Norma Quinci, quiero aclararles a los lectores que no conocen, o no han leído en la Biblia acerca de Saulo, quién luego fue llamado Apóstol Pablo, les invito a que lo hagan.
Personalmente, Jesús, quiero manifestarte y agradecerte una vez más, me hayas elegido para predicar tu Palabra, te pido me sigas fortaleciendo y ayudando para que lo haga cada vez, como lo hago, con todo mi amor y mi corazón.
Te adoro Jesús.
Sonríe que Jesús te ama.

Norma Quinci


*Y no quiero dejar de lado al mayor oponente de la Iglesia de Jesucristo, quien se convirtió en el más grande defensor y predicador de que Jesús era el Hijo de Dios. La transformación de Saulo confronta contra todo prejuicio que se pueda levantar como duda de que Dios es especialista en cambiar vidas. Después del encuentro con Jesús, camino a la ciudad de Damasco, quedando ciego, recibió órdenes de entrar a una casa y esperar a Amanías, que oraría por él, y así recobraría la vista. Mientras tanto, compartió con los discípulos hasta que comenzó a arder en su corazón la proclamación por Cristo. La gente que lo escuchó se sorprendía de semejante cambio en Saulo, hasta quedar confundidos por su mensaje de salvación por medio de Jesucristo. Al acercarse a los discípulos que moraban en Jerusalén, le tenían miedo y no creían que era discípulo de Jesús. Pero el Señor, por su gracia, envía a Bernabé como apoyo en su declaración de una real conversión y así, quitar el rechazo que le demostraron sus condiscípulos.

Un corazón pobre

Todos queremos ser felices: Es el deseo más profundo del ser humano. Si Dios puso este vehemente deseo en nuestro corazón, es señal de que realmente podemos, ¡y debemos! Ser Felices. Pero hay “formas y formas “ de imaginar la felicidad. ¿Dan resultado las fórmulas que nos “venden” los medios?


Pasan los años, se suceden las propuestas, “arañamos” algunas “migajas” de felicidad (¡y cuánto abusamos de esta palabra…!). Y nos damos cuenta que nuestro corazón no cesa de estar inquieto y siempre en búsqueda. La felicidad verdadera va más allá de la misma muerte, convive con los problemas de la vida, es más fuerte que los fracasos personales, se apoya en Dios. Por éso Su Palabra nos habla de los humildes de la tierra (…) que buscan refugio en el nombre del Señor, y bien sabemos lo que es capaz de hacer Dios con los que tienen alma de pobres.

Se ha dicho que la frase más revolucionaria del Evangelio es: ¡Felices los pobres…! No se trata de la indigencia ni de la marginación, de la que debemos liberarnos y liberar a los demás, sino de un proyecto de vida arraigado en los valores evangélicos: la pobreza, la paciencia, la misericordia, la justicia, la solidaridad con los que lloran, la transparencia del corazón, la entrega a Dios, el amor a los hermanos… Jesús les asegura a quienes cumplan dicho programa: “Alégrense y regocíjense, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el Cielo.

Jesús no hizo un estudio de mercado para decidir si convenía su discurso. Él enseñó al pueblo con autoridad y dio su testimonio. También nos dijo que somos “la luz del mundo”. Y además brillando sobre una montaña, a la vista de todos, nos dio una clara y pública identidad. Sin embargo, si le preguntamos a la gente si ellos son cristianos, muchos contestan que más o menos, porque temen dar una respuesta más jugada.

Quizás, el “más o menos” sea un aspecto de nuestra cultura actual. La política nos interesa, más o menos… El hambre en el mundo nos importa, más o menos… Tantas cosas nos van, más o menos…

Estas respuestas pueden mostrar cierta desesperanza que anida en mucha gente. Pero cuando se trata de identidad, las cosas cambian. Nadie es “más o menos» un ser humano, nadie es “más o menos” hijo, madre, esposo… La cultura o pensamiento del “más o menos “, genera una amplia zona de mediocridad, de falta de compromiso, de egoísmo, de pereza y comodidad. El “más o menos”, no nos compromete a nada, ni con nadie. Seguramente, no faltó en tu vida un momento en que te sentiste juzgado por tu fe, te sentiste mal tratado, o simplemente feliz, aún sufriendo, como Jesús te imaginó, ¿O te escabulliste de ese momento con un “más o menos”, sin jugarte claramente, y mostrar así tu identidad cristiana?

Necesitamos un corazón sabio y prudente para discernir entre el bien y el mal, para reconocer que el verdadero tesoro y la perla de gran valor, es Dios mismo, que nos predestinó a reproducir la imagen de su Hijo.

Yo, Norma Quinci, te pido: “Padre bueno, dame un corazón sabio y prudente, capaz de seguir los pasos de Jesús, y así gozar de tu Reino en esta vida y en la otra.

Norma Quinci


También aprovecho Señor para darte mil gracias por continuar dando “Tu Palabra» por este medio periodístico, aún en las condiciones en que físicamente me encuentro debido a una mala caída en casa por lo cual estoy enyesada, con muletas y silla de ruedas para trasladarme, y rescato tu Misericordia, Señor, porque podría haber sido gravísimo, dicho por los propios médicos, puesto que me podría haber fracturado ambos lados de la cadera, más columna y cabeza.

A pesar de ésto, logro aún sin poder pisar con la pierna derecha por 60 días, según los médicos, ingeniármelas para higienizarme y para tantas cosas personales que uno necesita, gracias a Ti. También a Rodolfo, Director del periódico, que a pesar de tener bastante tarea y por no vivir con nosotras en ese tiempo, siempre buscaba un momento para acercarnos las cosas necesarias y así ayudarme a mí y a mi hermana Lilia, quien no quería moverse para realizar las compras. Por éso recalco el servicio de Rodolfo Sotelino, quien al finalizar su trabajo nos alcanzaba las necesidades de alimento. ¡Y no olvido esos ravioles que nos hizo: riquísimos! Y como lo mantenía en comunicación al Pastor por el celular, se lo comenté. Dios los bendiga.

También, muchas gracias a mi padre Espiritual, Pastor José Torres, de la Iglesia “Rey de las Naciones”, y hermanos quienes se congregaban en ese año 2007, y a todos los que aún siguen congregándose allí, y orar y recordarme en los cultos, por todo el tiempo en que no pude estar presente en dicho lugar.

Tampoco quiero dejar de agradecer y destacar la visita de mi madre Espiritual, Mará del Carmen Petulla, junto a su esposo Hno. Mario Petulla, quienes aparte de acercarse una noche y estando yo sentada en mi silla de ruedas, oraron por mi dolencia y pronta recuperación, ésto me llenó de gran gozo, por éso, a ellos y a todos los que nombré, Dios los lleve en la palma de Su mano.

Les deseo a todos éxito en la tarea o profesión que cada uno desempeñe. Dios los bendiga ricamente a todos, y termino esta lectura de agradecimiento, repitiéndote Jesús que te amo siempre, en los sufrimientos y alegrías.
Sonríe que Jesús te ama.


Quiero dejar constancia que esta columna cristiana la publiqué el 15 de mayo de 2007 y la realicé en casa a sólo pocos días antes de su publicación, es decir a 2 o 3 días de mi caída, la cual ocurrió el 7 de mayo, y gracias a Dios, lloviendo, el día anterior asistí a la reunión de oración que realizábamos en dicho tiempo. Obviamente con los cambios necesarios que sucedieron a través de 7 años y pico. Pero recalco, la Palabra está tal cual la escribí en dicha fecha.

También Jesús nació en una familia con problemas

Se dice, y es cierto, que la familia está en crisis.

Lo dicen los medios de comunicación, los encuentros de especialistas, y es la constatación de los padres. También de los hijos que reclaman y afirman que los tiempos han cambiado. Aunque para más precisión debería decirse que lo que está en crisis es un cierto modelo de familia y no, la familia misma.

Como está en crisis, no sólo la familia sino también toda la sociedad y las mismas personas, y por ende todos nosotros. Hay quienes piensan que la causa de ésto son los problemas que aquejan la existencia, las nuevas exigencias de estudio de los hijos, las presiones que vienen del mundo del trabajo, para los más grandes, de la sociedad y de la cultura que cambian vertiginosamente, la falta de un futuro seguro, la fragilidad cada vez más evidente de las personas y sus relaciones.

La familia de José, (padre putativo de Jesús) vivió en medio de las dificultades, pero nadie diría que estaba en crisis: el exilio, el desarraigo, la vuelta a la tierra natal, la persecución, la precariedad del trabajo, las amenazas a la vida, y la falta total de seguridad.

Los problemas de la vida y las situaciones difíciles no nos colocan en situación crítica, sino es nuestra debilidad frente a ellos. Es como en el espacio de la fe: una persecución conduce a la crisis a muchas personas, pero no a los mártires aunque les cueste la vida.

Tenemos las mismas oportunidades que la familia de José, antes como hoy, las familias viven con muchos problemas, pero en medio de los problemas siempre está Dios esperándonos. Quiero aclararles que esta reflexión que hice acerca de la familia y referente al título que encabeza esta narración, se debe al venir a mi mente el libro de San Mateo 2:13-15, 19-23. Al leer el pasaje sobre la matanza de los niños, cuya lectura dice: “he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.

Si leemos en el libro de Colosenses 3:21, la Biblia da este consejo: “Padres, no estén exasperando a sus hijos para que ellos no se descorazonen”. Con ello no los animo a pecar de indulgentes. Dice un proverbio bíblico: “El muchacho que se deja a rienda suelta causará vergüenza a su madre” (Proverbios 29:15). Por el contrario, la Biblia insta a ambos padres a ser razonables en el trato que dan a los hijos, a escucharlos y comunicarse francamente con ellos. Así los hijos querrán sincerarse cuando tengan dificultades. Además de dialogar abiertamente con los hijos, los padres deben transmitirles buenas normas de conducta… ¿Dónde las hallarán?

En la Biblia dice: “Ustedes no estén irritando a sus hijos, sino sigan criándolos en la disciplina y regulación mental del Señor”. Dediquen tiempo a hablar de la Biblia con ellos, estudiándola en familia, “inculcándoles un sano temor a Dios” pues así seguirán los consejos del Señor para su propio beneficio (Isaías 1 7).

Yo, Norma Quinci, les deseo que la paz de Cristo reine en sus corazones, que la Palabra de Dios resida en todos ustedes con toda su riqueza.
En lo que respecta a mí, le pido me dé sabiduría para seguir creciendo en su Palabra y cumplir Su proyecto. Te amo Jesús.
Sonríe que Jesús te ama.

NORMA QUINCI

¿Puede existir algo más grande que el amor de Dios?

“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor,
estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”.
1º Corintios 13:13

El versículo que elegí desarrollar y reflexionar acerca de éste, en esta oportunidad para mi columna cristiana se refiere al “Amor”, que obviamente es lo más grande. La fe y la esperanza son vitalmente necesarias, pero aun así, no son tan importantes como el amor. Jesús nos dio un mandamiento que es amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado. Dijo que ésta sería la manera en que el mundo sabría que somos sus discípulos. El amor no es teoría o palabras, sino acción. Se revela en la manera en que hablamos a las personas, cómo las tratamos y, lo que hacemos o no por ellas.

El amor tiene muchas facetas prácticas y puede verse de distintas maneas. Por ejemplo, el amor es paciente. Cuando las personas viven con amor, son sufridas con las debilidades y faltas de los demás. En vez de creer lo peor, el amor cree lo mejor de cada persona.

El amor no es grosero, realmente se esfuerza por tener buenos modales y eso es algo que necesitamos desesperadamente en la sociedad actual. El amor dedica tiempo a decir: “Por favor” y “Gracias”. El amor dedica tiempo a escuchar realmente cuando los demás están hablando. Está interesado en los demás de manera genuina. El amor fortalece a las personas, las edifica.

El amor no encuentra fallas ni crítica. Una de las facetas o forma del amor que disfruto mucho al considerarla es que, el amor cubre multitud de pecados. El amor no expone las faltas de las personas. Realmente, más bien las cubre, a menos por supuesto, que sea necesario que algo se exponga y entonces el amor maneja la situación adecuadamente y con sabiduría. Muy a menudo vemos personas correr a contar cada cosa negativa que escuchan o saben de alguien, pero el verdadero amor, no se comporta de esta manera.

El amor trata a los demás como desea ser tratado. Pregúntese: “¿Querría que alguien esparciera rumores sobre mí y fuera un chismoso, o querría que cubrieran mis faltas y oraran por mí?”. Además, comprender que el amor se traduce en actos, no solamente en dichos.

Si respondiéramos sólo por impulsos naturales, es probable que algunas veces tratáramos con gentileza a las personas amables, y en otras ocasiones, las tratáramos de manera hostil, con enojo o cólera. Pero Jesús nos enseña claramente a amar, aun cuando las personas que nos rodean parezcan difíciles de amar. Él vivió de verdad lo que enseñó: Cristo nos amó lo suficiente para morir por nosotros cuando aún éramos pecadores (Romanos 5:8). Sin duda, al actuar con la fortaleza que Él da y con gratitud por lo que hizo, sus hijos podemos amar a los demás.

Aunque es un reto responder a la falta de amabilidad con amor, esa piadosa conducta puede llevar a una gran bendición.
Primero porque esto complace a Dios, lo cual debe dar gozo y paz a sus hijos. Segundo, los creyentes deben sentir emoción al ver cómo Dios se moverá en la relación. Por último, será evidente el trabajo del espíritu Santo, permitiendo que el amor de Dios fluya a través de vidas rendidas a Él.

Juan 13:35 habla de otro beneficio importante; Jesús dijo: “En ésto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Puesto que el incondicional no es común en nuestro mundo, la gente lo observará.
Tratar a los demás de la manera que queremos ser tratados, es los que crea las relaciones gratas y profundas que todo el mundo desea. Sin relaciones significativas, la vida carece de sentido, independientemente de cuantas cosas o conocidos podamos tener. Piense entonces en las personas con quienes tiene contacto durante la semana. ¿Las está tratando de la manera que Jesús ejemplificó…?

Yo, Norma Quinci: Te pido Señor me ayudes y fortalezcas para que seas mi faro, la luz que dirige mi camino y vida, enfocando mi amor hacia Ti, que eres lo único, lo perfecto, lo incomparable, sagrado, centro de mi vida, digno de alabanza, Rey de Reyes, embriágame de Tu amor y envíame a tus ángeles para que siempre esté protegida. ¡Oh cuánto te amo Jesús!
Sonríe que Jesús te ama.
Norma Quinci

Te preguntaste?

Es muy importante encontrar el propio lugar en la vida, sería lo que algunos llaman sentirse realizado. Personalmente, lo tomaría con mucho cuidado, se toma esta expresión queriéndose decir que se está o se llegó a estar satisfecho con lo que hace. Creo que toda persona siente en su interior la inclinación hacia algo que dice lo hace feliz.

Cuando alguien siente algo especial yo lo llamaría vocación, lo cual significa llamado, y cuando es tan especial como mencioné anteriormente sería un llamado muy particular, es decir, consagrarse exclusivamente a Dios a tiempo completo para el servicio completo de los hermanos. Esta sería la vocación de los pastores o sacerdotes, quienes ejercen dicho llamado, pero creo que esta consagración vale para todos nosotros, porque Dios quiere hablar a los hombres por medio de los hombres. Jesús sigue necesitando pescadores de hombres, almas generosas que abandonándolo todo lo sigan.

Todo cristiano, varón o mujer, ha de preguntarse alguna vez en la vida, si Dios no lo está llamando a esta consagración. No hace falta ser perfecto, yo creo como en mi caso, que para empezar es suficiente estar enamorado o enamorada de Jesús, y si recordamos el pasaje en el libro de San Lucas, capítulo 5, versículos 1 al 11, el cual nos habla de la PESCA MILAGROSA, a fin de entender mejor la reflexión o lectura de la misma.

Pedro estaba con sus compañeros limpiando las redes, triste porque no había logrado pescar nada en toda la noche, él, que era un gran pescador, orgulloso de su humilde oficio y confiado en sus habilidades. El conocía el lago como la palma de su mano y sabía lo que había que hacer para poder pescar. Y en ese momento pasó por la orilla un maestro: Jesús. Pedro, era un judío piadoso y respetaba a los maestros. Los respetaba y los trataba con veneración, Por eso, cuando Jesús le dijo que navegara mar adentro para pescar, le obedeció sólo por respeto, pero no dejó de hacerle notar que era inútil porque ya lo había intentado toda la noche.

Pedro le aceptó volver mar adentro, allí donde él se creía rey y señor, pero donde acababa de fracasar, obedeciendo al Maestro, y pescó más que nunca. Y entonces volvió, reconociendo de su desconfianza y declarando a Jesús como Señor. Pero Jesús no quería que Pedro lo siguiera por temor, por eso le pidió que abandonara el miedo. Él lo buscaba para confiarle la misión de pescar los hombres para el Reino. Pedro y sus compañeros, descubrieron que con un Señor tan poderoso a su lado, no necesitaban apoyarse en nada más. No necesitan otra seguridad y por eso lo dejaron todo. Tenemos que destacar que si bien están también Santiago y Juan, las palabras de Jesús, se dirigían particularmente a Pedro, con lo cual ya se comenzaba a ver el lugar particular que él tendría en la Iglesia.

Yo, Norma Quinci, repito tus palabras, Señor, a todos los lectores en esta oportunidad: Síganme, y yo los haré pescadores de hombres, y agrego que en nuestra fe cristiana la Palabra de Dios tiene un papel fundamental. Él es la Palabra que se hizo carne y habitó entre nosotros. Por eso, si me respondes afirmativamente a la pregunta del título y a lo que sigue luego, Norma te dice: Tira las redes con confianza y valentía. ¡No esperes más, acepta su llamado y verás que es la mejor elección que has hecho en tu vida! Termino la reflexión ahora, dirigiéndome a Ti Señor, repitiendo que tus testigos no pueden escapar a la cruz, pero sí reafirmo que la cruz nos lleva a la gloria.

Te adoro Jesús, Gracias

Sonríe que Jesús te ama.

NORMA QUINCI

Predicar la verdad

“Lo que has oído de mí ante muchos testigos,
esto encarga a hombres fieles,
que sean idóneos para enseñar también a otros”
2º Timoteo Cap. 2:2:

Esta porción de la Palabra es maravillosa. Nos insta a anunciar el mensaje de Dios en todo momento, no importa el rechazo, no importa si las personas se duermen o si cuando se les habla de la Palabra de Dios, se van. Nos invita a mostrarles a las personas sus errores, a corregir y animar a que instruyamos con paciencia. Esta porción de la Palabra que se hace tan real y oportuna, nos dice como la gente ya no quiere oír más lo que les conviene, desean escuchar únicamente lo que les agrada.

Para muchos, hoy en día, es más fácil la meditación trascendental. El “yoga”, el “sacar la ira”, como dicen otros métodos y hasta hay tratamientos contra la ira. Otros prefieren lo oculto, buscar, escuchar a alguien que le diga: “Bueno, usted puede seguir cometiendo adulterio, no importa, simplemente sepárese de su esposa y búsquese otra.» Algunos quieren que se les diga: “No importa si usted está cometiendo actos de corrupción, si otros lo hacen”. Usted quiere el dinero para su familia, usted no está robando.

Hoy en día, todos están buscando falsos maestros, personas que les ayuden a continuar la vida que tienen, no quieren nada de buena doctrina, por eso esta Palabra es hermosa, nos insta a predicar, a hablar la Palabra de Dios, siempre, ahora que el mundo quiere oír toda clase de cuentos, nosotros debemos hablar, exhortar y predicar la verdad.

¿Cómo? Hay muchos versículos que nos ayudan a comprender esta Palabra, y en esta oportunidad recurro al Salmo 55:22, donde leemos “Echa sobre Jehová tu carga y Él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo”. Y les manifiesto, con todo mi corazón, saquémonos un peso de encima. Existen en todas partes, personas que tienen cargas pesadas que llevar en sus vidas. Son innumerables los ejemplos, criar niños diferentes, cuidar enfermos terminales, ocuparse de resolver graves problemas de familia, falta de trabajo, alcoholismo, vicios, personas mayores desamparadas, postradas, niños y adultos que viven en la calle; violencia por todas partes y en gran escala, depresiones, injusticias, suicidios… y muchos más ¿Quién puede soportar estas cosas?

La lectura comienza con una palabra que equivale a “terminar con el problema”. Pero no dice “echar” en el sentido de “expulsar” la situación: Dice: “Echa sobre el Señor la carga” El acto de poner en otro una carga o problema, necesita una toma de decisión personal. Consiste en hacer esto, conocer el autor de todas las soluciones imposibles, al Hijo de Dios que dio su vida en la cruz del Calvario, y resucitó con poder para quitar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Creerlo, arrepentirnos y confesarle a Él, nuestros pecados. Y luego, “esperar en Él, y Él hará”. Entonces, entréguenle a Él su problema y oren por eso que tanto los aflige y les preocupa. Y los sorprenderá los caminos que el Señor abrirá.

¿No termina la lectura con la expresión, “y Él te sustentará”? Esta palabra significa que lo mantendrá, lo sostendrá, le dará fuerzas, tanto física como espiritual. Le dará vigor, sostén y apoyo, lo bendecirá, resolviendo el problema.

Tengan fe, el tiempo de Dios no es el nuestro. Él resuelve su problema imposible, mientras lo transforma a usted. Por eso debemos seguir adelante con fe, ¿qué lectura encontramos en Hebreos Cap. 11:1, acerca de la fe? “Es pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”

Dios obró en la vida de muchas personas con diferente posición social, cargo, carácter, quienes conquistaron reinos, gobernaron con justicia y recibieron lo que Dios les había prometido. Cerraron bocas de leones, apagaron llamas de fuego y escaparon de morir a filo de espada. Su debilidad se convirtió en fortaleza. Llegaron a ser poderosos en batalla e hicieron huir a ejércitos enteros. Sin embargo, versículos después, vemos que otros fueron torturados, ridiculizados, oprimidos, sus espaldas fueron laceradas con látigos, encadenados en prisiones, algunos apedreados, otros fueron aserrados y no faltaron los que murieron a espada.

Llama la atención esta diferencia entre los que fueron aplaudidos por su fe y los que tuvieron que soportar persecución por defenderla, entonces nos preguntamos ¿Qué grupo tuvo más fe? ¿Los que conquistaron reímos? O los que fueron apedreados? S. Pablo dice de ambos “este mundo no era digno de ellos porque ellos pusieron su esperanza en una vida mejor que viene después de la resurrección” y no en las circunstancias temporales que tuvieron que vivir.

Se ha puesto a pensar, ¿cómo está su fe? ¿Podría conquistar el sueño que Dios ha puesto en usted? ¿Soportaría ser torturado y aún no negar a Dios? Estos personajes sabían en quién habían creído, tenían firmeza, seguridad y convencimiento de su fidelidad, es por eso que obraron de esa manera. Puede pasar que las circunstancias de la vida lo hayan debilitado y llega un momento o punto donde la paciencia se agota; si es así vuelva su mirada al Creador de todo, al que tiene el control de su vida, a Aquel que le ha prometido que estaría con usted, hasta el fin. Declare ésto, creyendo con todo su corazón: “Aunque afligido y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres Tú, Dios mío, no te tardes, y tendrá nuevas fuerzas para seguir.»

Yo, Norma Quinci deseo siempre que tu Palabra, Señor, a través de mis reflexiones, acerca de ella, sean de plena edificación para todos los lectores y para todos aquellos a quienes lo hago en forma verbal, como lo hago donde puedo y se presenta la oportunidad. Éste es el sueño que tuve siempre desde pequeña.

En mi hogar, a través de mi padre, quien se levantaba de madrugada a leer la Biblia y, como yo me levantaba a las 6 de la mañana para prepararme para dar clases en los colegios donde trabajaba; escuchábamos por radio su Palabra en una audición cristiana, a la vez que finalizada ésta que duraba unos pocos minutos, desarrollaba y me explicaba algunos de sus versículos; éste era un alimento espiritual que me fortalecía para la jornada diaria. Es verdad que Tú tienes un propósito con cada uno de nosotros Señor, por eso no me alcanzan las palabras para agradecerte este sueño. El mundo no espiritual, no llega a comprender lo que es haber tenido un “encuentro” contigo Señor.

Te agradezco Señor y te pido me sigas dando fuerza y sabiduría que viene de lo Alto, para continuar esta tarea, a pesar de todas las obligaciones personales que tengo. Te pido también, bendigas ricamente a Rodolfo “El Mosquito”, porque gracias a él, hace 20 años, tengo la oportunidad de escribir esta columna cristiana en su periódico.

Te adoro Jesús
Sonríe que Jesús te ama
Norma Quinci

¿Le amas, le eres fiel? Cumple su proposito

En el texto de la Última Cena Jesús afirma que, quien lo ama es fiel. Y es verdad también lo contrario: Al que no ama, poco le cuesta la traición. Jesús hace esta afirmación poco después de haber anunciado que uno de los suyos lo traicionaría y que todos los suyos lo abandonarían.

¿Cuántos significados tiene la palabra amar? Muchos… Pero para Jesús tiene uno muy preciso: ¿Me amas más que a tus seres queridos? ¿Más que a ti mismo? ¿Más que a tu vida? ¿Más que a todas las riquezas o el poder que tienes, o que algún día podrías llegar a poseer? Al amar a Jesús le siguen dos promesas: Dios habitará en esa persona fiel y la paz lo inundará alejando de su vida todo temor e inquietud. A lo largo de los siglos, ésta fue y es la experiencia de millones de santos y mártires que nos recuerdan que estas palabras son una realidad, comenzando por los apóstoles que murieron mártires hasta los que hoy en día ofrecen su vida como prueba de amor a Dios y al prójimo en tantas situaciones de injusticia y de persecución que aún perduran. Algunos testigos de nuestro tiempo son conocidos por muchos cristianos víctimas del nazismo y hay miles y miles que sólo Dios conoce.

¡Qué verdad tan simple! Donde hay amor no hay traición. Tanto para con Dios como con el prójimo, porque no hay amor más grande que dar la vida por los amigos, dijo Jesús. No era fácil explicarles a los apóstoles qué ocurriría cuando Jesús volviera al Padre. Estamos en el discurso de despedida, Jesús afronta el problema de su ausencia física antes que suceda.

¿Qué les dice? ¡No se inquieten ni teman! ¿Por qué? Porque Jesús seguirá presente en la comunidad por la acción del Espíritu Santo. El Espíritu que Jesús ya había anunciado (Juan 14:16-17) enseñará y recordará porque mora con nosotros. Asistidos por el Espíritu, los apóstoles resolvieron el primer conflicto de la Iglesia naciente en un clima de diálogo y caridad. Gracias, Señor Jesús, porque pones esa atracción tan fuerte entre los hombres: EL AMOR. Es tan fuerte que nos lleva a realizar sacrificios que ni siquiera hubiéramos hecho por nosotros mismos. Tú, Señor, injertaste el amor en nuestro corazón. Es un regalo extraordinario que le haces a cada hombre que nace en este mundo.

Por causa del amor muchas veces sufrimos. Tú mismo, Jesús, sufriste viviendo en Palestina, sufriste como hombre incapaz de contener el amor divino que tenías en un corazón humano… Sufriste y lloraste por la muerte de tus amigos. Sufriste y lloraste también por los errores y mala voluntad de los habitantes de Jerusalén… Me parece, Señor, que el sufrimiento no es otra cosa que semilla de tu amor, de tu divinidad que rompe nuestro pobre recipiente humano… Nuestra fidelidad o constancia es lo que nos hace más parecidos a Ti. Tú eres fiel en tus dones, en tu misericordia, siempre cada día estás en mi vida, y en la vida del mundo. Eres fiel en tus promesas y en tus palabras Nosotros tratamos como podemos de ser fíeles en nuestra labor rutinaria, en tomar nuestra cruz de cada día…

Y termino esta reflexión con el texto de 1° Corintos 13, donde leemos en los versos 4 y 5: El amor es sufrido, es benigno, el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, el amor no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor. Les pido a los lectores, aunque ya lo hayan leído, releerlo siempre, porque ésta es la realidad, es decir, si yo no tengo amor, yo nada soy.

¿Cómo se salvará el mundo entero si no lo ponemos en práctica? Finalmente, el verso 13 del mismo pasaje, termina diciendo: Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, pero el mayor de ellos es El Amor. Confiamos en su gracia, en su presencia FIEL. Vivamos y comuniquemos alegría y esperanza. Demos la CARA por el Señor que nos envía y nos repite: No teman… No teman… No teman. Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo.

Yo, Norma Quinci, creo en tus promesas, Señor. Tú sabes cuánto te amo y sufro por tu causa, que finalmente resulta victoria, y éste es el camino para alcanzarla. Y al estar a pocos días de celebrar la Pascua, les pido abran sus corazones para festejarla, como se merece porque gracias a la sangre derramada por Jesús, fuimos salvos, obteniendo el perdón de nuestros pecados.

Que el Reino de Dios, habite siempre en ustedes.

Con lágrimas de gozo, termino este relato de tanto amor hacia mi Jesús.

Sonríe que Jesús te ama.

Norma Quinci.

¿Por qué perdemos la paz?

“Amaos los unos a los otros con amor fraternal;
en cuanto a honra, prefiriéndose los unos a los otros”.

Romanos 12:10

Uno de los mayores enemigos de la paz, es el delirio de grandeza tan generalizado en esta generación. Muy pocas personas están satisfechas con lo que les ha tocado en la vida. Detrás de este descontento está la falsa suposición de que la sociedad les debe algo, o que sus derechos no están siendo tomados en cuenta. Este tipo de pensamiento narcisista puede introducirse en los negocios, los matrimonios, las iglesias y otras instituciones, generando toda clase de discordias y provocando consecuencias de gran repercusión.

Este es el tipo de situación que se estaba creando en el capítulo (13 de Génesis). Abram y su sobrino Lot estaban tratando de vivir en un territorio que era demasiado pequeño para las abundantes propiedades de ambos hombres. La presión se volvió tan grande que hubo una enorme contienda entre los pastores de Abram y los de Lot. Había que hacer algo. Abram con su sabiduría alivió la tensión al ofrecer a Lot que eligiera sus pastizales (Génesis 13:9). En vez de reñir por sus supuestos derechos, Abram escogió el camino de la paz. Hizo lo que el apóstol Pablo aconsejó siglos más tarde, cuando escribió: “Con honra daos preferencia unos a otros” (Romanos 12:10).

¿Salió perdiendo Abram, por ser generoso con Lot? De ninguna manera.
Preste atención a las palabras de Dios al patriarca después de dejar voluntariamente el excelente territorio a su sobrino Lot, y marcharse. El Señor tuvo a bien prometer toda esa tierra, y más allá de ella, a Abram y sus descendientes. Por eso, Nuestro Dios bendice a los pacificadores.

¿Cómo podemos tener paz?
En (Génesis 41) hay una historia interesante acerca de un poderoso rey que tuvo dos sueños extraños en la misma noche. Debido a que los sueños parecían tener algún significado y porque el rey, no podía entender cuál era, se le turbó el espíritu. Por tanto, exigió a sus magos que interpretaran sus sueños, pero cuando ellos no fueron capaces de dar una explicación, la ansiedad del monarca aumentó. Entonces mandó a llamar a José, quien calmó al rey con estas palabras: “Dios será el que responda paz al Faraón” Curiosamente, el Señor no prometió en realidad que todos los aspectos de los sueños serían explicados, sino una respuesta de “paz”. De hecho, Dios sí decidió explicar este sueño particular con mucho detalle, pero ese no es siempre el caso. Muchas veces perdemos la paz cuando el Señor da dirección o corrección junto con muy pocas explicaciones.
El Señor Jesús dijo muchas pablaras duras que nunca explicó a sus seguidores. Ésto molestó a algunos de ellos hasta el punto de que “muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6:66). Simplemente no estaban satisfechos con las explicaciones parciales de Jesús.

En la vida de servicio queremos que todo esté explicado: ¿A dónde voy a ir? ¿Qué recibiré a cambio? ¿Quiénes irán conmigo? ¿Por cuánto tiempo estaré haciendo esto o aquello? Algunas de estas preguntas, pueden ser respondidas en el tiempo de Dios. Mientras tanto, sin embargo, la paz no descansa en explicaciones, sino en Aquel que es nuestra paz (Efesios 2:14)

Pensamientos de paz
Trascurría un tiempo difícil para el pueblo que fue llevado cautivo a Babilonia, pero a través de la carta del profeta Jeremías, los alentó a echar raíces en esa tierra extranjera, porque su estadía sería prolongada. A pesar de recibir esta noticia, apagando la esperanza del pueblo, Dios ofrecía pensamientos de paz.

¿Cómo recibir esos pensamientos de paz, en circunstancias tan complicadas? Humanamente es imposible, porque la tendencia del hombre es dejarse turbar y, hasta dominar por pensamientos negativos que pelean contra los planes de Dios. Aunque la soberanía del Señor, nos demuestra que todo está bajo control, la batalla librada en la mente se nutre con la duda y la incredulidad. Cuando las cosas sean confusas, mejorarán por la gracia de Dios, Él actuará en el tiempo correcto, no está sujeto a nuestras expectativas ni a la pasión de nuestras oraciones, sino en Su perfecta voluntad. Aún sin poder comprender, confiemos que se cumplirán.

El señor nos dice: “Yo sé”, su sabiduría no se asemeja a la del hombre, ‘El dispone de todas sus promesas de cuidado y fortaleza para animarnos a seguir hacia adelante, esperanzados en los propósitos reservados para los que esperan en Él. En el libro de Job, encontramos una bella descripción de cómo recibir esa paz ofrecida, “tendrás confianza porque hay esperanza; mirarás alrededor y dormirás seguro” (Job 11:18) Dios habla claro y preciso, sus planes, pensamientos y actitudes hacia nosotros son fieles y verdaderos.

Yo, Norma Quinci, primeramente quiero darte gracias Señor, por enseñarme cómo conseguir esa paz, y no solo cuando digamos: todo va sobre rieles, justamente en los momentos más difíciles, en la adversidad, reveses, sinsabores de la propia existencia.
Yo sé Señor, Tú estarás tomando control de la situación.
Y finalmente quiero dejarle a todos los lectores esta regla de oro, la cual dice: La única paz verdadera está en Dios.
Busquémoslo a Él y hallaremos esa paz
Como siempre Señor repito: Sin Ti, no puedo vivir. Gracias Señor.
Sonríe que Jesús te ama.

Norma Quinci

Acumular y acumular – La riqueza que enceguece

¿Quién duda que todos necesitamos de los bienes económicos? Pero de la necesidad frecuentemente se pasa a la ambición y de ésta a la avaricia y a la codicia. El que entra en la carrera de “tener” y “acumular”, ¿se pone un límite?

Es realista el Libro de Eclesiastés: “hay quienes ni siquiera de noche descansan”. ¿Y a cuántos les ha ocurrido lo del rico insensato? Y aquí me refiero al libro de San Lucas capítulo 12 versos 13 al 21 en la Biblia, donde comprendemos que cuando se “decidió” a parar, lo sorprendió la muerte. Y para refrescar la memoria sobre la reflexión a la cual me voy a referir en esta oportunidad, voy a dar lectura a uno de los pasajes que me llevó a esto:

“Había un hombre rico cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: “¿Qué haré? No tengo dónde guardar mi cosecha. Después pensó: Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años: Descansa, come, bebe, y date buena vida. Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche vas a morir, ¿y para quién será lo que has amontonado? Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios. También leemos dentro del mismo capítulo de San Lucas 12: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”.

Y continúo con mi reflexión: A nosotros nos puede resultar extraño que alguien le pida a Jesús que emplee su autoridad para que un hermano comparta la herencia, pero en la mentalidad de la época y en la tradición hebrea, esta materia no era tan sólo una cuestión jurídica y de bienes. Era una situación compleja que abarcaba los lazos familiares y a los doctores y rabinos, se les reconocía competencia y autoridad en este tema. Jesús, es considerado un rabí, un maestro de Israel. Por lo tanto, quien acude a Él para regular una herencia, lo hace de buena fe. Es Jesús quien se aparta de la tradición negando tener autoridad para administrar justicia en ese caso, resguardando así al hermano que ya se sentía desheredado y diciéndole que además debía cuidarse de la avaricia. Para aclarar más las cosas, Jesús añade en este pasaje, lo que ya comenté anteriormente sobre el agricultor que había tenido una muy buena cosecha, y sobre la base de su nueva riqueza replanificaba su vida. Más silos, más seguridad, más tranquila y buena vida. Sin embargo, la muerte de esa misma noche destruyó sus planes.

A primera vista queda claro que Jesús nos advierte sobre el riesgo que implica tener una visión materialista de la vida: Seamos ricos, como el beneficiado por la buena cosecha o pobres como un desheredado. Ni la vida ni la felicidad, podrán jamás asegurarse con los bienes materiales.

Pero esta reflexión va más allá: Jesús no quiere ser juez o arbitro en esta materia, que tenemos que administrar nosotros con sabiduría y en fraternidad, para que los bienes sirvan al hombre y nosotros sirvamos a otros hombres. “¿Tiene sentido tener más y más, acumular bienes como sea, con el sudor de la frente o con sudor del de enfrente?” Necesitamos que nuestro corazón alcance la sabiduría: convencernos que es sabio “trabajar para vivir”, pero es insensato, “vivir prisionero de la avaricia y la codicia”. La desenfrenada preocupación por amontonar NO PERMITE disfrutar de la vida (Proverbios 13:12), y mucho menos compartir con quienes lo necesitan. Para ser feliz en esta vida y en la otra, no hay que acumular riquezas para sí, y en cambio, ser rico a los ojos de Dios.

El Evangelio no es un tratado de “sociología” o de economía, pero cuando se toca el tema “dinero y riqueza”, Jesús denuncia la injusticia, la falta de solidaridad, la ausencia de fraternidad. Desde la Favela de Vidigal, en Río de Janeiro, el 2 de Julio de 1980, alguien muy querido por todos los credos, habló de la solidaridad. Pero subió el tono al dirigirse a los que “tienen de sobra, a los que viven en el lujo”. ¡Miren un poco a su alrededor! Les dijo, ¿No les duele el corazón? ¿No sienten remordimiento de conciencia a causa de su riqueza y de su abundancia?

El pecado del rico, no fue “ser rico”, sino no mirar un poco a su alrededor, tener paralizado el corazón. ¡Todos somos “ricos” frente a aquellos que no tienen nada! Y hasta el más pobre puede ser el rico de la parábola si vive “encerrado” en sus cosas y es ciego para ver los sufrimientos materiales y morales de su prójimo. El pecado del rico fue un típico pecado de “omisión”: dejó de hacer el bien que podía y debía hacer.

Yo, Norma Quinci, después de esta lectura, quiero recordarles que “el mejor tesoro”, es tener a Jesús en nuestro corazón, conseguir esa sintonía con Él, porque así disfrutaremos de su insistencia acerca del “desprendimiento”, la “generosidad”, y el servicio a los demás, como fórmula para recibir el Reino, es decir “la felicidad”, la única felicidad verdadera en esta vida, y en la otra. Termino como siempre: repitiéndote Jesús que te amo sin límites ni medida, y que cada día me enamoro más de Ti.

Sonríe, que Jesús te ama.

Norma Quinci

Nuestro carácter refleja a Jesús

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” Romanos 12:2 

Al poner su fe en Jesucristo, el nuevo creyente es santificado, es decir, apartado para el propósito de Dios. A diferencia de la salvación, que se produce en un instante, la santificación es un proceso que dura toda una vida. Quienes hemos confiado en Cristo como Salvador, y permitido que su Santo Espíritu controle nuestras vidas, estamos siendo santificados en el presente, no importa lo que podamos sentir o cómo parezcan nuestras acciones a los demás. Estamos progresando en la madurez de nuestra fe.

Si estamos progresando ahora, entonces tenemos que estar avanzando hacia algo. El Apóstol Pablo explicó la misión del cristiano de esta manera: “Porque a los que “Dios” antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Romanos 8:29). El carácter, la conducta y la conversación de un creyente, deben reflejar a Cristo. Por nuestra propia cuenta, pondríamos demasiado énfasis en la conducta y quedaríamos atrapados por la obediencia a las reglas y a las ceremonias que parecen cristianas, pero que no reflejan en verdad a “Cristo”. Pero Dios ha dado a cada creyente su Espíritu como maestro y guía. La obra del Espíritu Santo es transformar nuestras mentes y corazones, para que nuestro carácter sea diferente al de las personas que no conocen a Cristo. Sólo cuando estamos bajo el control del Espíritu, podemos hablar y actuar de acuerdo con lo que somos realmente: hijos de Dios.

Nuestro Padre celestial quiere que sus hijos sean ejemplos vivos y un reflejo de lo que Él es. El Señor no espera perfección de nosotros; sabe que no podemos ser perfectos mientras vivamos en este cuerpo. En vez de eso, Él nos enseña a pensar y actuar para que podamos “andar” como es digno de la vocación con que “fuimos llamados” por eso es importante que demos testimonio de que somos hijos de Dios, a través de nuestro carácter. Así también, el Señor tiene un plan grandioso para la vida de cada persona, que puede resumirse en una sola palabra: Santificación. Si usted se quedó pensando en el significado de esta palabra, no es el único.

Muchas personas, incluso algunos cristianos, no conocen su definición. Sin embargo, los creyentes deben procurar adquirir ese conocimiento, porque es una palabra importante que los define a ellos. En su forma verbal, santificar quiere decir “hacer santo” o “separar”. Por lo tanto, cuando algo es santificado, es separado del uso común, a uno sagrado. En el Antiguo Testamento se nos dice que el Señor santificó algunas cosas: hizo santo el día séptimo, apartó a la tribu de los levitas como sacerdotes e incluso consagró lugares como el Lugar Santísimo en el tabernáculo (Génesis 2:3, Números 3).

Y hoy, el señor sigue santificando a las personas. Antes de que la persona reciba la salvación, está muerto espiritualmente, además (Romanos 5:10) nos dice que antes de llegar a la fe, somos en realidad enemigos de Dios. Pero, en el momento que alguien pone su fe en Jesús como su Salvador personal, sus pecados son borrados, y es adoptado en la familia del Señor. Esa persona es luego apartada como su hijo de Dios, para un propósito sagrado.

Ésto significa que los creyentes no estamos aquí simplemente para buscar nuestro beneficio personal, más bien estamos para servir a Dios y glorificarlo. Como miembros de la familia de Dios, estamos llamados a reflejar su gloria, a los creyentes se les conoce como “santos”. Esta palabra tiene la misma raíz de santificación. Se nos conoce de esta manera, no porque vivimos vidas intachables, sino porque vivimos una vida consecuente con Aquel a quien representamos.

Y recordemos la lectura de Romanos 8:28, donde leemos lo siguiente: “y sabemos que los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Y si todo creyente está rodeado por la presencia de Dios, tenemos también la seguridad de que incluso los aspectos más dolorosos de la vida serán entretejidos en su plan, y de que nada nos podrá ocurrir sin Su permiso. Esa en una buena noticia. Pero el concepto de que Dios está presente en cada cosa, muchas veces hace que el creyente se pregunte: ¿Incita Dios a las personas para que pequen? Dios nunca da origen al pecado, ni nos anima a pecar. Sus propósitos son librarnos del poder del pecado y transformarnos a la semejanza del Señor Jesús.

¿Está Dios con quienes no forman parte de su familia? El Señor está interesado en los incrédulos, pero de una manera diferente. Les extiende amor constantemente para mostrarles la necesidad que tiene de un Salvador y el pecado que los separa de Él. Sin embargo, no ignora su rebeldía. ¿Por qué, entonces, no contemplamos la vida de Jesucristo? Nuestro Salvador sufrió de muchas maneras durante su vida terrenal, por la rebeldía espiritual, la ignorancia y las faltas de los demás pero recordemos cómo utilizó el Padre celestial el sufrimiento de su Hijo para nuestro bien y para la gloria de Él mismo.

Y toda esta reflexión que escribí acerca de nuestro carácter, el cual refleja a Jesús, se reduce a Cristo, especialmente la muerte de Cristo en la cruz, la cual allanó el camino para que podamos ir al cielo. Gracias a que Él murió, no sólo podemos vivir con él por toda la eternidad, sino además llegar a disfrutar de una relación personal con el Señor, mientras estemos aquí en la Tierra. Todo está resumido en la cruz. Todo se reduce a Cristo. ¿Está dispuesto a pedirle que lo perdone, no por lo que usted es, o por lo que ha hecho, sino simplemente gracias a lasencilla verdad de que Jesucristo, el inmaculado Hijo de Dios, es el Salvador que fue a la cruz en lugar suyo…?

Si está dispuesto a confesar su pecado, de apartarse del mismo, y de rendir su vida al Señor, el Espíritu Santo entrará en su corazón y le sellará para siempre como a un Hijo de Dios. Podrá vivir el resto de su vida sabiendo que pase lo que pasare en los altibajos de su existencia, estará seguro para siempre en los brazos del Todopoderoso, y de que le aguarda la vida eterna en Su presencia. Al pensar en lo que sufrió para expiar sus pecados, la única respuesta apropiada es la humilde gratitud. Pídale a Dios que su Espíritu le permita ver cualquier arrogancia o resistencia en su vida para que pueda reconocer en privado, y después públicamente, que Cristo en nuestra única esperanza.

Norma Quinci

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